Por: ARACELI
CANAAN DE GUEVARA
Como seres humanos somos duales, tenemos una naturaleza
espiritual y una física, en el trayecto de nuestra existencia vamos viviendo
diferentes experiencias que van marcando nuestra personalidad, nuestro
proceder, nuestro carácter, en fin van conformando lo que nos vamos volviendo
según las circunstancias, habemos personas que realmente nunca tomamos a pecho
aquello que otros comentan o hacen, pero también existen los que a todo le
buscan motivo de queja, de molestia, de duda, de discusión, que siempre pensamos
que lo que otros hablan son indirectas y que tienen la intención de agredirnos.
En ocasiones somos ofendidos intencionalmente, a veces hasta
con saña, y ello nos causa por lo regular molestia o dolor, pero si somos
inteligentes no permitimos que la ofensa traspase nuestra piel, dejamos que
resbale y todo el veneno o mala intención se resbale y caiga al piso
desintegrándose contra el suelo.
Pero que sucede cuando no actuamos así, cuando
nos dejamos llevar por las ofensas o las habladurías de otras personas, cuando
dejamos que lo que la otra persona con intención o sin ella nos ataca,
realmente suceden una serie de acontecimientos que por sí solos empiezan a
dañar nuestra integridad física, empezamos a sentir molestia y aversión por quien nos ha agredido, no
toleramos nada que tenga que ver con ella, su sola presencia nos causa
molestia, solo con escuchar su nombre nos enojamos, y es allí donde en realidad
empiezan los problemas, muchas veces como mencionaba, las ofensas son sin la
intención de hacerlo, sino que las circunstancias pareciera que se presentaron
en mala hora y en mal momento y sucede, dije algo que a un tercero molestó
tanto que no puede tolerarlo, la persona que ofendió ni se da por aludida, solo
llega a notar en algún momento que algo pasa por el comportamiento que ahora
muestra el agredido, y empieza a hacerse un abismo entre ambas personas.
Ese es el caso de algo no hecho con intención, pero que pasa
cuando alguien nos daña con toda la intención de hacerlo, con todo el dolo y
alevosía de la vida, cuando nos roban la inocencia, nos secuestran, nos matan,
nos vejan, nos levantan falso testimonio, abusan de la bondad y gentiliza, etc.
Etc., realmente es muy difícil perdonar bajo estas circunstancias, porque este
tipo de daño hiere el alma, la mente, el corazón de quien lo sufre, realmente
es muy difícil cargar con ello, porque realmente tiene un peso y muy grande
para quien lo carga, muchas veces es necesario buscar ayuda profesional para
superar este tipo de situaciones, algunos son tan fuertes que con fe en Dios y
fuerza de voluntad logran abandonar la carga del odio y siguen adelante
disfrutando lo hermoso que es vivir.
Pero definitivamente perdonar no es fácil, que es necesario
por salud espiritual y física no se niega, pero entran en juego muchas cosas,
como la justicia o injustica, la razón y la verdad, la paciencia y el amor.
Por
algo se dice que perdonar es divino, es allí en donde entra nuestra condición
de seres espirituales, creyentes en algo superior, en algo mejor, que nos lleva
a meditar hacia donde nos lleva la molestia, coraje o hasta odio que sentimos,
porque va de una simple molestia por la otra persona, hasta perder nuestra
tranquilidad, nuestro sueño, y lo que es mas grave, nuestra salud, Estudios han comprobado que quien está
expuesto constantemente al odio está abriendo la puerta a un sinnúmero de
enfermedades, el estrés que se genera
por esta causa puede alterar nuestro sistema digestivo hasta terminar en una
úlcera, puede alterar el sistema circulatorio, contracturas, y así
sucesivamente hasta llegar a lo más grave, un cáncer, así que definitivamente
quien odia se destruye más a si misma que al objeto de su odio.
Considero que nadie ha estado exento de sufrir alguna
situación que definitivamente pueda hacernos sentir molestos, defraudados y
hasta indignados, pero sabiendo el precio que se paga por dar cabida a estos
sentimientos, lo mejor es hacer un trato con uno mismo, y decidir ser
inteligente y dejar que las personas actúen como deseen pero no dejar que ello
influya en nosotros, porque aunque es difícil perdonar no es imposible, pero
también es necesario recordar que quien perdona olvida, porque aquel que dice
te perdono pero no olvido no lo hace en realidad, no va uno a borrar de la
mente el hecho, y tal vez hay momentos en que vienen a nuestra mente, pero lo
importante es que a pesar de recordarlos no permitir que estos nos lastimen,
recordarlos como un acontecimiento más de la existencia que nos ha permitido
saber que somos capaces de superar desafíos y pruebas, realmente si pudiéramos
darnos cuenta de los beneficios curativos del perdón habría menos gente
enferma, más gente feliz y sobre todo más gente ligera viajando por la vida sin
muchas cosas que le impidan observar los maravillosos paisajes que nos muestra
nuestro trayecto terrenal.
Y tú ya decidiste ser feliz, ya decidiste quitarte un peso
de encima, si tienes que perdonar a alguien hazlo, te sentirás más ligera que
con Bonafont y más feliz pero sobre todo más confortada contigo misma.