VERÓNICA, ¿LA MEJOR PELÍCULA DE TERROR DE LOS ÚLTIMOS AÑOS?


El género de terror existe desde los inicios del cine como producto comercial y de entretenimiento. Relatos y monstruos de la literatura fueron las primeros en llegar a la pantalla grande con películas que nos presentaban personajes icónicos como Frankenstein, el hombre lobo o Drácula. Sin duda el cine de horror y de suspenso ha sabido colocarse como uno de los géneros más populares de todos. No obstante, el género también tiene mala fama de recurrir a efectos especiales baratos, guiones insulsos y personajes poco interesantes y con una personalidad totalmente plana. 

Sin embargo, existe una serie de películas que ha logrado destacarse de entre el bonche de porquería que tanto abunda en los medios, y se han colocado como referencias del género por excelencia, y qué gusto da cuando estas escasas joyas llegan de países hispanohablantes; en este caso España. 

Hace poco se ha estrenado en Netflix un film que, según imágenes compartidas en redes sociales, prometía ser una de las películas más perturbadoras de la historia y que era básicamente imposible de terminar. Se trata de la nueva producción del director español Paco Plaza (REC, 2007) VERÓNICA. 

La película nos muestra una versión dramatizada de uno de los casos relacionados con posesiones demoniacas más impactantes de la historia de Madrid allá por el 92, conocido como el Caso Vallesca. La historia inicia con una chica de quince años llamada Verónica, quien vive en un edificio de apartamentos con su madre, la cual trabaja casi todo el día como mesera en un café, y con sus tres hermanos pequeños (dos niñas y un niño). Verónica es prácticamente la encargada de los quehaceres del hogar y de cuidar y de llevar a sus hermanos a la escuela mientras su madre trabaja. 


Un día, la chica decide que quiere contactar con el espíritu de su fallecido padre y convence a un par de amigas a jugar con el tablero de la ouija para cumplir el cometido. Desafortunadamente (y obviamente) las cosas salen mal y las chicas contactan, no al espíritu de un ser vivo, sino a un demonio. Y por supuesto, a partir de ahí comienzan a sucederle cosas muy raras a la chica y comienza una tortura psicológica en la cual es muy difícil distinguir la ficción de la realidad. 

La trama parece ser muy común en esta clase de historias. Tiene elementos muy comunes como el uso de la ouija, las invocaciones, los demonios y las posesiones; pero tiene algunas cosas que la vuelven distinta, y esos son sus personajes. La película entera recae en los hombros de Verónica (interpretada por Sandra Escacena), de sus hermanitas, Lucía e Irene (Bruna Gonzáles y Claudia Placer respectivamente) y por el pequeño de la familia, Antoñito (Iván Chavero), los cuales son los que se enfrentan con el ser maligno que Verónica contactó a través del tablero. 

La actuación de los protagonistas me parece muy adecuada a la edad que se supone representan. Parece mentira, pero es súper difícil crear personajes niños creíbles, pues normalmente son muy maduros o son raros, pero este no es el caso, y resulta muy grato para el espectador. 

La ambientación es magnífica, retratando de manera muy atinada la época de principios de los noventas añadiendo guiños de la década como Los Héroes del Silencio (banda favorita de Verónica), los primeros celulares de la historia (que eran gigantes) y por supuesto, la moda, aún muy influenciada por la época de los ochentas. 

La banda sonora tiene sintetizadores y sonidos clásicos de las películas de miedo. Logra provocar una vibra nostálgica (algo así como en Stranger Things). 

Ahora hablemos de lo más importante de la película: el terror. ¿Da miedo? Pues sí, sí da miedo… al principio, y esto sucede porque las escenas comienzan bastante bien, usando elementos como el silencio, las sombras y los sonidos para crearnos esa atmosfera de claustrofobia, ¿y saben qué? Esos momentos de terror mejor logrados son justamente cuando la cinta se toma su tiempo para detener todo. No tiene miedo de quedarse en silencio y que el espectador contemple, sin jumpscares (cuando sale un ruido demasiado fuerte de la nada y te espanta), sino terror psicológico genuino.  

Desafortunadamente cada escena bien lograda tenía un desenlace genérico que ya hemos visto en otras historias. Al final la película termina por recurrir a los jumpscares, a los efectos digitales innecesarios y, sobre todo (y este es el mayor error de las películas de terror), darle un rostro conciso al espíritu, y peor aún, pasarlo demasiado tiempo en pantalla. 

Al final de todo termina siendo una historia que tenía un buen cimiento y desarrollo, pero un lamentable y poco emocionante desenlace lleno de clichés. 

Pero OJO, las escenas que de verdad dan miedo, funcionan BASTANTE BIEN. Así que, ¿es buena película? Sí. ¿Da miedo? Yo diría que es perturbadora. ¿Vale la pena verla? En mi opinión sí, pero júzgalo tú mismo. ¿Es imposible terminarla? Nah, la gente exagera, y para bien o para mal, le hizo buena publicidad a la película en redes sociales. 

¿Buscas terror del bueno? Échale un vistazo en Netflix. ¿No quieres terror del bueno? Pues ve El Exorcismo de *inserte nombre aquí*. 

Bastian Vela

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