En un rinconcito de un bar, un hombre joven bebía un
refresco de soda. Ya había terminado su turno de trabajo. Se alistaba para
salir cuando se le cayó su cartera, en ella tenía la fotografía de su esposa y
de sus dos hijas. Tenía una buena vida, una esposa amorosa y hermosa, unas
hijas maravillosas, un buen trabajo, buenos amigos. Mientras caminaba hacia la
salida, ese joven pensaba en las miles de probabilidades que hubieran pasado en
su vida. Los famosos “Hubiera”. ¿Dónde cambio realmente su vida?
Sube a su auto y se
prepara para ir a casa. En un semáforo se detiene, sigue pensando. De repente
recuerda un nombre y una época de su juventud. Una época en la que él era de lo
peor, sin amigos, sin vida, sin amor, sin esperanza. Era un muerto viviente,
era alguien que buscaba que todos fueran tan miserables como él. Fue en esa
época, que como castigo o bendición, Dios mando a un ángel a su vida. Ese ángel
tenía un nombre y un propósito. Como en el cuento de la Bella y la Bestia,
transformo al monstruo en hombre, rompió la armadura que rodeaba el corazón de
esa bestia y le mostro como volver a amar.
Paso el tiempo, él
joven conoció del amor y de la vida, esa joven que tiene nombre también le
enseño de Dios. Lo hizo un buen hombre, le dio esperanzas de vida, le dio
deseos de amor. Fue ahí donde todo cambió.
Ese joven llega a su
casa, su esposa aún está en cama dormida abrazada por sus dos hermosas
princesas. Mientras las observa recuerda aquella época, aquellos recuerdos.
Recuerda el dolor que le hizo sentir a esa joven que tiene nombre. Fue cuando aprendió
realmente a amar, y era tan grande el amor que sentía por esa mujer que tiene
un nombre, era tan puro su amor… que la dejo partir para que fuera feliz.
Se recuesta a lado de
su esposa e hijas, una de ellas lleva el nombre de aquella que le devolvió la
vida, ¿Qué será de ella? Es feliz.
Todos tenemos un
propósito en esta vida, el propósito de esa joven que tiene un nombre fue
devolver al camino a un descarriado, transformar a un monstruo a hombre.
Después de cumplir su propósito se fue a cumplir su propia meta: Ser feliz.
La esposa despierta, le
besa y le abraza. Duerme a su lado agradeciendo lo que aquella joven que tiene
nombre hizo por él. Ahora él es feliz.
Por cierto, esa joven
tiene nombre, se llama Liz.
Por Jomer Malaya.
*Las ideas plasmadas en los artículos, son responsabilidad de quien las escribe*.