
Era un niño que provenía de una
familia humilde. Amaba esa vida, pues era el único tipo de vida que conocía.
¿Podría haber algo mejor? Para ese niño esa vida era única, pues era feliz.
Nunca preocupo a sus padres pidiendo más de lo que ellos podían ofrecerles.
Nunca juzgo a mal lo que sus padres les daban, poco o mucho sus padres lo daban
todo por amor. El niño había visto los grandes sacrificios que sus padres
hacían para darles algo de comer.
En una ocasión, encontró entre la
basura un par de calcetines rotos, los dedos gordos de ambos pies se asomaban
por los agujeros. Al niño le divertía ver eso, se imaginaba a dos serpientes
gordas tratando de escapar de sus guaridas. Tener un par de calcetines rotos lo
hacían sentirse especial. Todos podían tener calcetines nuevos, pero solo él
tenía ese par de calcetines rotos. Y eso lo hacía feliz.
Lo pequeño y simple nos hace mejor
la vida, nos hace sentirnos especiales, lo menos es más. La sencillez frente a
la ostentosidad nos hace realmente felices. Ser agradecidos con lo que tenemos
nos hace estar bien con nosotros mismos y con los demás. Podemos ser felices
incluso con los calcetines rotos.
Por Jomer Malaya.
*Las ideas plasmadas en los artículos, son responsabilidad de quien las escribe*.