No es raro escuchar, sobre todo en esta sociedad mexicana, frases relacionadas con el machismo, que no sólo afectan a las mujeres, sino también a muchos hombres. Frases tales como que los hombres no lloran, son masculinos, les gustan las cosas varoniles y usan el cabello corto, han sido arraigadas por las generaciones que vivieron su juventud en los años 60. Afortunadamente para la comunidad, los tiempos cambian, al igual que la gente.
El término LGBT nació en Estados Unidos durante la década de los 90, y es utilizado para referirse a la comunidad relativas a las iniciales de la palabra, que serían lesbiana, gay, bisexual y transexual respectivamente.
Durante los últimos años dicha comunidad ha buscado su camino por el mundo y, poco a poco, ha logrado ganarse el respeto y la dignidad que se merece. En consecuencia, de lo anterior, ahora el matrimonio homosexual es una realidad, e incluso, la adopción por parte de personas del mismo sexo.
Y así como en su tiempo los términos gay, lesbiana y bisexual resultaban desconocidos y escandalosos para nuestra sociedad conservadora y religiosa, en los últimos años han surgido nuevas ampliaciones para poder cumplir con las necesidades de la nueva comunidad LGBT, la cual es más consciente de su sexualidad, como por ejemplo, el término género fluido, que sin dar mucha explicación, se le acuña a aquellas personas que no se identifican definidamente con un solo género, sino que varía con el pasar de los días (no confundir con disforia de género).
De lo anterior surge el arte del transformismo, y es justo aquí donde entra RuPaul’s Drag Race. Este es un reality show que tiene como host principal a RuPaul, una drag queen empresaria, actriz, cantante y activista de los derechos de la comunidad LGBT, que busca encontrar a la siguiente gran estrella drag de América.
La definición de drag queen según la RAE es: “Artista o cantante masculino que actúa vestido con atuendos propios de mujer (peluca, zapatos de plataforma, etc.) y exhibe maneras exageradamente femeninas.”, así que ya están advertidos de lo que encontrarán en el show, y aunque parezca un concepto burdo, es mejor de lo que se escucha.
El show nos muestra a un grupo de hombres que practican el arte de la transformación y los somete a divertidos retos que ponen a prueba su lado femenino, su creatividad, su capacidad de improvisación, su ingenio, su poder de seducción, y por supuesto, su capacidad para entretener.
Como en Netflix no está la primera temporada, tuve que comenzar a ver la segunda, y lo que recibí del show fue justo lo que esperaba: entretenimiento puro.
El concurso comienza con 12 participantes que luchan por ganarse su permanencia en la competencia con retos tan poco ortodoxos como, por dar un ejemplo, diseñar la sesión de fotos de la portada de un libro autobiográfico mientras le haces publicidad a una marca de alcohol durante una entrevista vía satélite. Sí, son esa clase de retos.
Cada día es una serie de retos tan locos que no hacen nada más que convertir el show en una propuesta súper divertida, y vamos, es un concurso de drag queens, sabemos que va a haber drama, emociones exageradas, teatralidad, maquillaje, y mucho, MUCHO glitter.
Mientras avanza la competencia, se van resaltando las personalidades de algunos concursantes, y nos hacen sentir empatía por ellos, por sus motivaciones y por sus (en el caso de algunos) catastróficas vidas que incluyen problemas como el suicidio, las drogas y el abandono.
Indudablemente lo mejor de la competencia es su camaleónico presentador, RuPaul. Su presencia inspira respeto y admiración, y durante el transcurso de los episodios pasa de ser un apuesto hombre de traje y anteojos a transformarse en una bella mujer rubia lista para juzgar de la manera más elegante a sus “señoritas”, como él llama a sus concursantes.
Desde su primera emisión en el 2009, RuPaul’s Drag Race se ha convertido en un ícono de la cultura queer y permanece sacando temporadas en la actualidad.
Sin duda el programa nos brinda una buena dosis de entretenimiento estés o no estés en este asunto del transformismo, pues uno como espectador simplemente se enamora de estos personajes que traen a la vida los concursantes y mientras los acompañan en su lucha por la corona. Creatividad y diversión garantizada.
¡Échale un vistazo en Netflix!
—Bastian Vela
