NUNCA MÁS... (A 73 AÑOS)


Cuando Bithia cerraba los ojos su mundo cambiaba, dando rienda suelta a su imaginación. Pensaba en cosas tan hermosas, soñaba en días de un lindo verano corriendo por los campos de sus abuelos, cuando se tiraba boca arriba buscando formas en las nubes, solo la dureza de las tablas y el olor tan nauseabundo a veces la hacía volver inmediatamente a la realidad. Su madre le había contado que su padre le puso Bithia porque significaba Hija de Jehová, aunque ahora sólo era la 65070, había llegado al campo de concentración hacía unos meses, ignoraba cuántos porque entre la desnutrición y los trabajos forzados su cuerpo de 20 años estaba enjuto y adolorido, no tenía un espejo para verse, pero al ver a sus compañeras de “dormitorio”, imaginaba como se veía ella.  Siempre se preguntaba cuál era la razón de tanta infamia, de tanta maldad, de tanta dureza para hombres, mujeres y niños sin distinción. Al regresar por las tardes/noches de sus arduas faenas, dejaba caer su cuerpo cansado y hambriento sobre las maderas y cerraba los ojos soñando e imaginándose fuera de ese infierno.  Cuando temblaba de frío pensaba que andaba por las calles de Polonia en el invierno y que el abrigo y sus gruesas botas no eran suficientes y por eso temblaba de frío.



Una mañana sonó ese silbato que taladraba los oídos y penetraba hasta adentro, ella intentó levantarse, pero no pudo, su compañera la tocó y se dio cuenta que ardía en fiebre, la empujó como pudo al fondo de las tablas para que los guardias no se dieran cuenta que ella no salió a trabajar y la dejó allí medio cubriéndola con una manta. Todo el día Bithia deliró, soñó y pensó en su familia, en los días felices en que todos juntos paseaban, compraban, comían y tomaban el jugo de los frutos que bajaban de los árboles de los abuelos, era tan reconfortante imaginar que era una pesadilla  lo que estaba viviendo;  por la noche su compañera, debajo de sus ropas había guardado un mendrugo de pan, se lo acercó a la boca y Bithia lo comió lentamente, lo dejaba un rato en su boca para que se ablandara y pudiera tragarlo, esa noche pensó que moriría y tal vez se reuniría con su familia, pues sospechaba que habían ido a parar a uno de esos hornos de los que salía un olor horrible. De su padre desde que lo apresaron en Polonia no sabía nada, pero no era nada bueno lo que pensaba que había pasado con él. Así estuvo dos días, al tercer día se levantó sintiéndose desfallecer pero se presentó a trabajar agradeciendo a la 65220 (Samara) la bondad que había tenido para con ella al no delatarla y compartir de su escasa comida.

Una mañana que habían salido a trabajar, cerca de la alambrada escucharon una serie de gritos confusos  de los Alemanes y vieron que corrían abandonando los puestos de vigilia que tenían para cuidar a los judíos, en su huida golpearon a la 65220 quedando desmayada, todos los judíos corrieron hacia la alambrada, pocos alcanzaban su objetivo al estar tan débiles, Bithia tuvo la oportunidad de correr pero se quedó al lado de quien la había sostenido en un momento difícil de su vida, cuando de pronto vieron llegar un ejército, después supieron que eran los Rusos que como una lluvia en tierra seca llegaron para calmar la sed y el hambre.


Bithia y Samara fueron rescatadas, se recuperaron, continuaron su amistad nacida en medio del dolor, hasta el final de sus días se apoyaron mutuamente,  trataron de borrar de su mente todo el horror vivido en esos campos de concentración que eran campos de horror y de muerte, siempre que veían sus números recordaban a tantos buenos hombres muertos por el deseo desmedido de poder de un hombre, cuya maldad nos enseña que cuando uno pierde la conciencia y la equidad se siente Dios, creyendo tener derecho a quitar una vida que no es uno capaz de dar.  En esos lugares además de vejaciones y masacre, también surgieron grandes amistades, hubo muchas muestras de solidaridad y amor.

Bithia y Samara son nombres judíos de mujer, que representan a miles de ellas que fueron vejadas, que tuvieron la desgracia de vivir en ese tiempo, hoy quiero escribirles al celebrar 73 años del Holocausto Judío, todos debemos conocer esa historia para evitar repetirla,  nunca más, nunca más, personas de la raza que sea deben vivir algo parecido, la humanidad va hacia un despeñadero porque lejos de reconocernos como Hijos de Dios, vernos como hermanos y ayudarnos los unos a los otros, hay quien todavía se siente superior.

Ojalá aquéllos que se sienten todopoderosos y que humillan, secuestran y torturan piensen un poco en que la vida tiene un libro y no sólo en esta tierra, y en él se escriben los hechos de nuestra vida y todos responderemos por la historia que hayamos escrito.



EN MEMORIA DE LOS JUDÍOS QUE TUVIERON LA DESGRACIA DE CAER EN LAS GARRAS DE UNA MENTE ENFERMA Y DESEQUILIBRADA.
SON MILES LAS HISTORIAS DE AMOR Y AMISTAD QUE PUDIERAN CONTARSE EN MEDIO DE ESA DESGRACIA VIVIDA. 


                                                                                          ARACELI CANAÁN DE GUEVARA

Unknown

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