Cuando Bithia cerraba los ojos
su mundo cambiaba, dando rienda suelta a su imaginación. Pensaba en cosas tan
hermosas, soñaba en días de un lindo verano corriendo por los campos de sus
abuelos, cuando se tiraba boca arriba buscando formas en las nubes, solo la
dureza de las tablas y el olor tan nauseabundo a veces la hacía volver
inmediatamente a la realidad. Su madre le había contado que su padre le puso
Bithia porque significaba Hija de Jehová, aunque ahora sólo era la 65070, había
llegado al campo de concentración hacía unos meses, ignoraba cuántos porque
entre la desnutrición y los trabajos forzados su cuerpo de 20 años estaba
enjuto y adolorido, no tenía un espejo para verse, pero al ver a sus compañeras
de “dormitorio”, imaginaba como se veía ella.
Siempre se preguntaba cuál era la razón de tanta infamia, de tanta
maldad, de tanta dureza para hombres, mujeres y niños sin distinción. Al
regresar por las tardes/noches de sus arduas faenas, dejaba caer su cuerpo
cansado y hambriento sobre las maderas y cerraba los ojos soñando e
imaginándose fuera de ese infierno.
Cuando temblaba de frío pensaba que andaba por las calles de Polonia en
el invierno y que el abrigo y sus gruesas botas no eran suficientes y por eso
temblaba de frío.
Una mañana sonó ese silbato
que taladraba los oídos y penetraba hasta adentro, ella intentó levantarse,
pero no pudo, su compañera la tocó y se dio cuenta que ardía en fiebre, la
empujó como pudo al fondo de las tablas para que los guardias no se dieran
cuenta que ella no salió a trabajar y la dejó allí medio cubriéndola con una
manta. Todo el día Bithia deliró, soñó y pensó en su familia, en los días
felices en que todos juntos paseaban, compraban, comían y tomaban el jugo de
los frutos que bajaban de los árboles de los abuelos, era tan reconfortante imaginar
que era una pesadilla lo que estaba
viviendo; por la noche su compañera,
debajo de sus ropas había guardado un mendrugo de pan, se lo acercó a la boca y
Bithia lo comió lentamente, lo dejaba un rato en su boca para que se ablandara
y pudiera tragarlo, esa noche pensó que moriría y tal vez se reuniría con su
familia, pues sospechaba que habían ido a parar a uno de esos hornos de los que
salía un olor horrible. De su padre desde que lo apresaron en Polonia no sabía
nada, pero no era nada bueno lo que pensaba que había pasado con él. Así estuvo
dos días, al tercer día se levantó sintiéndose desfallecer pero se presentó a
trabajar agradeciendo a la 65220 (Samara) la bondad que había tenido para con
ella al no delatarla y compartir de su escasa comida.
Una mañana que habían salido a
trabajar, cerca de la alambrada escucharon una serie de gritos confusos de los Alemanes y vieron que corrían
abandonando los puestos de vigilia que tenían para cuidar a los judíos, en su
huida golpearon a la 65220 quedando desmayada, todos los judíos corrieron hacia
la alambrada, pocos alcanzaban su objetivo al estar tan débiles, Bithia tuvo la
oportunidad de correr pero se quedó al lado de quien la había sostenido en un
momento difícil de su vida, cuando de pronto vieron llegar un ejército, después
supieron que eran los Rusos que como una lluvia en tierra seca llegaron para
calmar la sed y el hambre.
Bithia y Samara fueron
rescatadas, se recuperaron, continuaron su amistad nacida en medio del dolor,
hasta el final de sus días se apoyaron mutuamente, trataron de borrar de su mente todo el horror
vivido en esos campos de concentración que eran campos de horror y de muerte,
siempre que veían sus números recordaban a tantos buenos hombres muertos por el
deseo desmedido de poder de un hombre, cuya maldad nos enseña que cuando uno
pierde la conciencia y la equidad se siente Dios, creyendo tener derecho a
quitar una vida que no es uno capaz de dar.
En esos lugares además de vejaciones y masacre, también surgieron
grandes amistades, hubo muchas muestras de solidaridad y amor.
Bithia y Samara son nombres
judíos de mujer, que representan a miles de ellas que fueron vejadas, que
tuvieron la desgracia de vivir en ese tiempo, hoy quiero escribirles al
celebrar 73 años del Holocausto Judío, todos debemos conocer esa historia para
evitar repetirla, nunca más, nunca más,
personas de la raza que sea deben vivir algo parecido, la humanidad va hacia un
despeñadero porque lejos de reconocernos como Hijos de Dios, vernos como
hermanos y ayudarnos los unos a los otros, hay quien todavía se siente
superior.
Ojalá aquéllos que se sienten
todopoderosos y que humillan, secuestran y torturan piensen un poco en que la
vida tiene un libro y no sólo en esta tierra, y en él se escriben los hechos de
nuestra vida y todos responderemos por la historia que hayamos escrito.
EN MEMORIA DE LOS JUDÍOS QUE
TUVIERON LA DESGRACIA DE CAER EN LAS GARRAS DE UNA MENTE ENFERMA Y
DESEQUILIBRADA.
SON MILES LAS HISTORIAS DE
AMOR Y AMISTAD QUE PUDIERAN CONTARSE EN MEDIO DE ESA DESGRACIA VIVIDA.
ARACELI CANAÁN DE GUEVARA



