Muchos de nosotros los del
siglo pasado, exaltamos la sabiduría de nuestros ancianos, debido a su
experiencia tal parece que tenían un cristal especial donde podían mirar al
futuro y vaticinar casi sin equivocarse lo que como consecuencia traería
determinada situación.
En la actualidad muchos que
son cuidados por sus abuelos debido a la necesidad que tienen sus padres de
trabajar; ven en esos seres a unos segundos padres. Pero existen otros jóvenes
que ven a los adultos mayores como estorbos, como personas pasadas de moda,
como gente empolvada. Creen que por saber manejar sus equipos tan modernos y
sofisticados en donde con un mensaje de voz o un clic ya pueden encontrar lo
que desean, que no necesitan para nada escuchar sermones.
Recuerdo mucho que mi madre
siempre nos decía: “nunca escupan para arriba porque les puede caer en la cara”,
y fue hasta que crecí y me di cuenta de que es lo que en realidad quería decir
y era que no hablemos ni juzguemos a las personas porque en el momento más
inesperado a nosotros nos puede pasar lo mismo y lo que escupimos de otros nos
puede salpicar y con más fuerza. Aquí yo quisiera hacer un paréntesis y pedir
perdón por las veces que un juicio que emití fue equivocado, muchas veces
nuestra percepción nos hace creer algo que no es. Recuerdo que una mujer estaba incapacitada
para tener hijos, adoptó uno y después debido a su buen corazón, Dios le
concedió el milagro de la maternidad, pero como por su misma familia sabíamos
que esto no era posible, pensé que tal vez había rentado un vientre o
conseguido un niño regalado, (en realidad a uno que le importa lo que los demás
hagan o dejen de hacer) como decía también mi mamá que la lengua como no tiene
hueso va para donde quiera, y es algo tan pequeño y que puede causar un daño
tan inmenso que si nos diéramos cuenta evitaríamos estar murmurando unos de
otros.
Perdón si alguna vez vi a una chica con el
vientre abultado y me pregunté estará embarazada? (total que a mí ni me van a
pedir para la leche ni para los pañales, entonces porque me meto en lo que no
es mi asunto, perdón estoy aprendiendo a no juzgar. Y volviendo…
Yo tengo pegada la palabra
“como decía la viejita”, porque cuando
era niña vivía cerca de una ancianita que para todo tenía un dicho o un refrán
o un pensamiento y a nosotros se nos quedó eso, como sus hijos vivían fuera o
los que vivían cerca no la visitaban nosotros íbamos a dormir con ella y nos
arrullaba contando historias de la revolución o de su familia.
Nos decía que
los hijos somos unos ingratos que cuando querían chichi o tortillas allí
estaban pegados de las enaguas, pero cuando crecen y ya no necesitan de uno
hasta se olvidan.
Esa mujer como muchas otras
que se me han cruzado en el camino, aunque algunas eran ignorantes en cuanto a
lo secular, eran unas maravillas en las cosas de la vida y del hogar, eran
buenas para la guisada y sazonada, para la remendada y para hacer la ropa
grande chica, para curar una tos o una calentura, hacían de un anafre un té y
unos totopos un cálido lugar para pasar la noche, enseñaban a dar gracias, a
pedir por favor, y eso si nos daban unas buenas palizas si no respondíamos como
se supone que debía hacerse, también recuerdo mucho educa a tus hijos para que
no los eduquen en la calle, nos hacían limpiar la casa porque muchas veces nos
acomedíamos en la ajena y entonces nos llamaban candil de la calle y obscuridad
de tu casa, esas abuelas tan sabias que parece que tenían ojos en las espaldas
porque aunque a veces parecía que dormitaban, al escuchar los pasitos decían
que llevas allí, uno brincaba pensando y por donde está viendo, esas que si
tenían 9 hijos partían un pan en 9 pedazos aunque ella no probara pero te daba
el ejemplo de no ser egoísta y compartir.
Sí, esas abuelas que muchas veces
intercedieron para que tu madre no te regañara o te diera una paliza, olvidando
tal vez que ella en sus buenos tiempos también fue dura. Esas abuelas que ahora están en un rincón de
la casa esperando que un alma caritativa se acerque y le toque el cabello o le
dé un abrazo. Son sabias, pero también son humanas y se equivocan, pero su
sabiduría la tuvieron por las experiencias vividas, y cuando aconsejan y
nosotros las llamamos metiches, es más su amor y preocupación por evitarnos un
dolor o una caída que por enfadarnos.
Pero en fin no en vano esas bocas sin dientes y esos cabellos sin color,
esas arrugas en la frente que hablan de desvelo y preocupación, sabias o no
debemos amarlas y procurarlas.
“Y aún en la vejez y las
canas, oh Dios, no me desampares, hasta que anuncie tu brazo a esta generación,
tu poder a todos los que han de venir” Sal. 71:18
PORQUE LA SABIDURÍA NO LA DA
LA ESCUELA, LA DA LA VIDA, EN HONOR A TODOS LOS ADULTOS QUE INFLUYERON
PROFUNDAMENTE EN MI VIDA.
Araceli Canaán de Guevara


