Entré
en el lugar guiada por la persona que me tendió la trampa, siendo recibida por
la que sería mi verdugo vestida con su uniforme de sufrimiento. Me guió por un
pasillo iluminado por velas, lo que hacía el recorrido más perturbador. En la
sala había una mesa de metal que se sentía fría bajo mi espalda y una máquina
que calentaba el líquido que me dejaría con severos traumas. La mentirosa guía
sujetó mis muñecas por sobre mi cabeza, dejándome sin posibilidad de escapar,
mientras mi verdugo se acercaba jugueteando con aquel líquido extraño entre los
dedos. Le sopló cínicamente y lo puso sobre mi piel, quemaba; hubiera sido lo
mismo si derretía una vela sobre mí. El líquido de consistencia extraña se pegó
rápidamente a mi piel y, sin previo aviso, lo jaló sacándome lágrimas de dolor.
La tortura duró unos minutos antes de que me diera cuenta que ya no sentía
dolor... ya no sentía nada.
*Dramatización.
Por Julia Ramírez.
*Las ideas plasmadas en los artículos, son responsabilidad de quien las escribe*.
