En el rinconcito de un
pequeño cementerio se ve caminar a un hombre viejo, en sus manos lleva un
hermoso ramo con 17 rosas rojas. Camina paso a pasito, sus fuerzas a veces se
le agotan, se sostiene de las otras tumbas mientras su corazón reposa. Saca un
pañuelo de su bolsillo y seca el sudor de su frente. Sigue su camino, poco a
poco, paso a paso.
Llega frente a una
tumba muy hermosa, tiene un pasto verde como el jade, cuatro rosales en cada
esquina que casi todo el año están floreando. En el centro de la tumba hay un
libro de mármol, donde tiene escritas con letras doradas su nombre, ese sagrado
nombre que llevara en vida su dulce amada. Se sienta en un costado junto a la
tumba, pone las 17 rosas rojas. Una rosa por cada año que ha pasado desde su
muerte.
Recuerda el momento el
que la conoció, ella estaba ahí en la plaza comprando fruta. Estaba tan
embobado en ella que perdió el equilibrio que choco con el hombre que llevaba
el pan en su cabeza. Pero sobre todo recuerda ese momento en que unieron sus
vidas, recuerda cada momento. Recuerda cada sonrisa, cada llanto, cada
problema, cada triunfo, cada pelea, cada reconciliación, cada error, cada
perdón, cada momento, cada instante. Toma el pañuelo y seca sus lágrimas,
quiere ser fuerte pero no puede. -¡Te extraño!- esa palabra escapa de su boca.
Y cuando más se siente triste recuerda las últimas palabras de su amada esposa:
Cuando me case contigo, sabía que no serían fáciles
las cosas. Íbamos a sufrir, pero tú no me prometiste una vida color de rosa. Me
prometiste una vida de felicidad, ¿Sabes qué? Soy feliz, comencé a ser feliz
desde que me convertí en tu esposa. Y si es que acaso dejara de verte, si por
alguna razón alguno de nosotros se fuera primero, si la muerte lograra
separarnos en esta vida, recuerda que no nos prometieron una vida mientras
durara nuestro tiempo en este lugar. Recuerda que nuestro amor es eterno, no se
nos prometió un momento juntos, se nos prometió la eternidad.
El anciano deja las
rosas en la tumba, se retira paso a pasito de ese lugar. Deja detrás suyo el
cuerpo de su amada, pero él está seguro que se verán algún día en el más allá.
Por Jomer Malaya.
*Las ideas plasmadas en los artículos, son responsabilidad de quien las escribe*.
