Un segundo en tu boca y una eternidad en las caderas…

¡Nunca en toda mi vida me voy a quejar del precio de un tamal!

El cumpleaños de mi mamá es el día 30 de diciembre, cada año mi tía Vero y yo le organizamos su fiesta, sorpresa o no sorpresa. Pero este año yo salí de viaje, para cuando regresé ya era navidad, tenía 4 días y contando para su fiesta, aun no habíamos organizado algo, entré un poco en pánico, así que decidimos involucrarla en la organización.

El principal problema era el menú, porque esta vez yo quería que fuera más especial y
participar de lleno en la elaboración de la comida (en los años anteriores yo solo picaba, acomodaba o decoraba) como el cumpleaños de mi mamá queda aplastado como un sándwich entre navidad y año nuevo, estamos todos realmente hartos de la carne, el pan, el pastel y todas esas cosas propias de la época, así que el decidir que íbamos a preparar siempre ha sido complicado; al final mi tía me dijo que ella había hecho tamales por primera vez hace unas dos semanas atrás, ya sabía cómo hacerlos,  si le ayudábamos no sería tan pesado y la verdad es que con el frio la idea sonaba muy tentadora.

Ese día nos levantamos temprano y decidimos que si íbamos a hacer esto, seria a lo grande, tendríamos tamales  verdes, rojos, de rajas y  unos dulces de harina de arroz con mucha mantequilla (oh! Mantequilla, un segundo en tu boca y una eternidad en las caderas wua wua) Algo que deben saber de mí, es que no me gusta despertarme temprano, puedo desvelarme todo lo que quieran o definitivamente no dormir, pero levantarse es casi tan doloroso como la muerte de Mufasa, pero por mi mamá lo haría.

Me levante con toda la actitud tamalera, los primeros debían ser los de harina de arroz porque la mantequilla se debe batir hasta que, al poner una bolita de ella en agua, esta flote, pero eso no es nada fácil, necesitaran un par de brazos fuertes, en serio, después de batir tanto estoy segura que hice todo el brazo del 2016.

Después comenzamos a hacer los tradicionales de chiles y mis brazos nuevamente comenzaron a sufrir, la masa se pone muy pesada cuando se comienza cocer, era la primera vez que hacia tamales y ya juraba entre cada batida que en mi vida me volvería quejar del precio de un tamal, los pagaré con gusto después de ver todo el trabajo que conlleva respeto más a las señoras tamaleras.

Al final también ayudé a mi papá a hacer el atole y pensé que si me saco el muñequito en la rosca de reyes yo mejor pongo el atole, es más fácil jaja.

Para el final de la tarde ya estaba algo cansada de tanto cocinar y aún faltaba la fiesta que además fue temática mexicana, usamos blusas típicas, pasamos un buen momento en familia y todos chulearon nuestros tamales así que puedo concluir que este es otro éxito en la cocina.

En esta próxima semana voy a aventurarme con mi némesis… el arroz, deséenme suerte.

Au revoir

Por Ilse Barco.
*Las ideas plasmadas en los artículos, son responsabilidad de quien las escribe*.

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