Los hermanos realizan su expedición, después de media hora de buscar calcetines. Bajan las escaleras, y después de cerrar la puerta, sienten un frío terrible, no llevan chamarras, pero no pueden volver, es demasiado tarde, aunque al menor le dan ganas de ir al baño. Llegan, y piden el bendito alimento, para esperar media hora, ¡pobrecito el chiquito! tan sólo quiere ir al baño, el otro quiere el número de la muchacha que anda comiendo unos molotes.
Es hora del regreso, casi son atropellados por un niño que recibió un triciclo en Reyes, pero perseveran, están a punto de lograrlo, el pequeño entra violentamente al baño, el otro saca los platos y el menor se acerca a la mesa con lágrimas en los ojos, ofrece una plegaria de gratitud por los sagrados alimentos, sólo para descubrir la terrible verdad, para perder el sentido de la vida, desmoronarse ante el hecho irrefutable de que en la comida había gusanos.
Por Joshua Carrillo.
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