La carta.


Eneida acababa de terminar su carrera de maestra, Rigoberto trabajaba ayudando a su padre en el campo, el promedio de su preparatoria había sido excelente, esperaba una oportunidad para estudiar una Ingeniería que le permitiera tener que ofrecerle a su bella novia.

Esa noche hubo un baile en el pueblo y habían sostenido una larga plática. A Rigo, un amigo le había invitado a irse de mojado al otro lado, emocionado le contaba a Eneida sus planes y como solucionaría esa partida su vida, pensaba mandar todo el dinero que ganara para que ella pusiera una papelería y si le daban el trabajo en la escuela del pueblo, en dos años el regresaría y podían realizar sus planes.

Eneida no se encontraba del todo convencida pero, al ver su entusiasmo no tuvo más remedio que apoyarlo, la semana siguiente se estaban despidiendo, en la comida que le organizaron, él le entregó un anillo de compromiso, Eneida prometió esperarlo para realizar sus sueños, ellas le entregó un sobre de plástico con un lapicero y unas hojas con su perfume y unos labios pintados, y le hizo prometer que en cuanto llegara le escribiría como había sido todo el camino, Rigo tomó el folder y con lágrimas en los ojos fue diciendo adiós a la familia hasta que la camioneta en que viajaban varias personas se perdió de vista en la distancia.

Eneida consiguió el trabajo y entusiasmada asistía a su trabajo, era lo que se dice una maestra dedicada y amorosa. Pasaron las semanas y no recibía noticias de su amado, pero se conformaba sabiendo que el correo era tardado, las semanas se hicieron meses y los meses años, todos sus hermanos se casaron y empezaron a llegar los sobrinos, y ella los acunaba en su regazo soñando el momento en que ella y Rigo tuvieran sus propios hijos, entre llantos, risas, cumpleaños, despedidas, funerales, pasaron los años, los padres de Rigo dicen que murieron de tristeza al pensar que su hijo una vez bien acomodado en los Estados Unidos se había olvidado de ellos y de la promesa de amor que le había hecho a la maestra.

Eneida siempre sonreía y le pedía a Dios que dondequiera que estuviera Rigo fuera feliz, su cabello se tiñó de plata, su rostro lozano se volvió rugoso, pero sus ojos no perdían su brillo ni sus labios, su sonrisa esperanzada.

Un día regresó del médico con unos papeles en la mano y el corazón estrujado de tristeza, el diagnóstico cáncer de mama, su sobrina Eleuteria que la quería como una madre viendo su dolor y ahora gozando de medios electrónicos se dio a la tarea de buscar a Rigoberto Paredes Juárez, y lo hizo en muchas ciudades de los Estados Unidos.

Un día llegó y al abrir la computadora se quedó atónita, alguien había respondido a su correo, pero hizo una cita con ella en el pueblo, acudió a ella, cuando Eleuteria llegó vió a un hombre con una bolsa en la mano y pensó (este debe ser el mentiroso de Rigo, el amor de la vida de mi tía, y por cierto ni está tan galán como lucía en las fotos de joven, de hecho, ni se parece).
Se vieron en el café del pueblo y la joven empezó a reclamar, “viniste porque te conté lo de mi tía Eneida, ¿verdad? ¿Tu conciencia no te ha de haber dejado tranquilo? No sabes cómo te ha esperado todos estos años traidor”. El señor sonrío y le dijo, “no soy Rigo, hace muchos años iba camino a Estados Unidos y junto al camino había un moribundo con éste sobre en la mano, con una voz apenas audible, me pidió que le hiciera llegar ésta carta a su amada.  Pero yo tuve problemas cuando ya estuve establecido, mandé cartas a la dirección que tenía entre sus ropas y nunca me contestaron, yo no supe que hacer y guardé el sobre hasta hace unos días que vi que alguien lo buscaba y sentí un deber entregar esta carta a su dueña”, Eleuteria lloró y condujo al hombre a casa de Eneida.

Cuando le dijo que tenía noticias de Rigo, Eneida se levantó y se peinó y corrió a la sala, vio a un desconocido y después de una larga plática, recibió el sobre, con mano temblorosa leyó:  Eneida, amor de mi vida, siento que no alcanzaré nuestros sueños, siento que moriré en este desierto, sólo quiero que sepas que te he amado desde niño, que, si Dios lo permite, te esperaré en otra vida para estar juntos por la eternidad, te ama Rigoberto.

Eneida apretó contra su pecho el sobre que le había dado agradeció la amabilidad a ese hombre y esa tarde cerró sus ojos para siempre.  A Todos les sorprendía esa paz y dulzura de su rostro.  Ella fue fiel e iba ilusionada a otra vida a encontrarse con su único y verdadero amor.


SI EL PLÁSTICO ES CAPAZ DE RESISTIR EL TIEMPO, PORQUE EL AMOR NO SERÍA CAPAZ DE SUPERAR EL TIEMPO Y EL ESPACIO.

Por Araceli Canaan de Guevara.
*Las ideas plasmadas en los artículos, son responsabilidad de quien las escribe*.

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