En las mudanzas suelen pasar
bastantes cosas, una de las más comunes es encontrarnos con recuerdos que
tenemos que lograr meter en cajas para poder transportarlos. Rosita encontró
uno que no era suyo.
Era una foto en blanco en negro.
Después de que hizo tregua con su mamá al descubrir que la ciudad a la que se
mudaron sólo quedaba a cuarenta minutos en transporte público de su casa
anterior. Su mamá le contó que él muchacho de la foto era hermano de su abuela,
y la muchacha era su amiga.
Ellos descubrieron que iban a ser
amigos para siempre, el día que ella le regaló un conchita de caracol a los
cinco años. No había un día en el que no tuvieran algún tipo de interacción,
aún si consistiera en ellas burlándose de que él no le podía atinar a su
ventana con un avioncito de papel. Crecieron, y empezaron a tener sus
aventuras.
Rosita no entendía bien por qué le
estaba contando, pero no interrumpió porque el brillo en los ojos de su madre
la convencieron de que era un relato sagrado. Ella era una aficionada de las
caminatas y exploraciones, como él la quería, la acompañó a todas. Su amor se
desarrolló después de los atardeceres, a ella la gustaba aventurarse en las
noches, en una época donde brillaba lo suficiente para guiar el camino el
luminar nocturno.
Le dijo que, cuando muriera, le
gustaría que dijeran que se ahogó por el resplandor de la luz de la luna. Su
fascinación por salir a los cuerpos celestes se notaba, y decía que ojalá los
que se portan bien si vayan al cielo, le gustaría morar en las estrellas. Ella
y él crecieron su amor besándose trepados en los árboles, corriendo por los
campos. Él siempre creció con un poco de miedo al mundo, pero ella siempre
encontraba la manera de hacerle saber que todo estaría bien, porque ella
siempre estaría a su lado, que al final no podrían ser vencidos por cosa
alguna.
Lo hicieron de esa manera. Él ya
estaba preparado para sumergirse en la realidad, consiguió un trabajo estable,
y entonces le pidió matrimonio, para comenzar juntos una nueva travesía.
Entonces ella se ahogó por el resplandor de la luz de la luna.
Por Joshua
Carrillo.
*Las ideas
plasmadas en los artículos, son responsabilidad de quien las escribe*.
