Joselyn
cada fin de semana visitaba a su padre, vivía a dos horas de distancia de la
Universidad de Joss. Cada fin de semana se iban a pasear por la ciudad, comían
sus comidas favoritas, iban al cine, iban a nadar, escuchaban su música
favorita, en ocasiones dormían hasta tarde. No había fin de semana que Joss no
asistiera a la cita con su padre.
En una
ocasión, un día miércoles en específico, a Joss no le habían salido las cosas
como ella esperaba. Había reprobado un examen, se le había ponchado la llanta
del auto, llego tarde a su empleo, tuvo una discusión con su novio. Además en
el trabajo tuvo muchas dificultades y la despidieron. Tenía mucha tarea.
Realmente quería tirar la toalla, abandonarlo todo. Ese día llego a su casa,
todo se sentía más solitario que de costumbre. Todo era más frio y lúgubre. Era
un lugar en el que no quería estar. ¿Qué hago? Era la pregunta que venía a su
mente. Un sonido llego desde su celular, vio un mensaje que decía que tenía un
nuevo mail. Lo abrió y era una carta de su papa:
“Quiero
que sepas que va a haber ocasiones en que nos ira muy mal. Quiero que sepas que
no todo será de color de rosa. Habrá momentos en queramos abandonarlo todo.
Muchas veces desearemos huir de lo que nos rodea. Va a haber ocasiones en que
tendremos dificultades, adversidades, pruebas y enfermedades que nos harán
preguntarnos si vale la pena tanto esfuerzo. Quiero que sepas que en esos
momentos difíciles no estarás sola. Siempre tendrás a tu Padre que te ama, que
te espera con los brazos abiertos, que está ahí para socorrerte en los malos
momentos. Llora. Toma un descanso de este gran maratón llamado vida. No puedes
abandonar la carrera, pero puedes sobrellevarla con Fe. Sigue adelante,
recuerda que no estamos solos. Llora, pero mira con fe hacia el futuro y
recuerda que no siempre lloverá, no siempre habrá problemas. Sigue adelante, la
vida es maravillosa y vale la pena vivirla con todo lo que venga con ella.”
Las lágrimas
corrían por sus mejillas, un sentimiento cálido lleno su pecho. Respiró
profundamente y sintió un gran alivio. Cuando leyó la postdata, una lágrima
volvió a caer sobre su celular, pero comprendió que todo iba a estar bien.
“Pd.
Estas palabras me las dijo tu Madre especialmente para ti antes de partir, y
sentí la necesidad de compartirlas contigo especialmente hoy.”
