Al terminar la universidad uno
pensaría que en máximo un mes tendrás tu certificado, carta pasante y en máximo
dos el título, pero ¡¡oh!! ¡¡Gran mentira!! ¡¡Gran decepción!! Llega el momento
de odiar la burocracia, dar mil vueltas a la facultad principal y la
interminable espera. Al principio vi todo con pésima actitud, pero trate de ser
positiva, cambié mi manera de pensar, este es un tiempo estupendo para hacer
aquellas cosas que quería hacer, las que
había dejado y aprender nuevas habilidades, comencé a aprovechar este tiempo
para hacer cosas como leer hasta que los ojos ardan (no es que no lo hiciera
mientras estudiaba, pero sentía la presión de las tareas, proyectos escolares y
el despertar temprano, ahora leo toda la noche), hacer ejercicio, ir a nadar
por las mañanas, aprender a andar en bicicleta (si eso es algo que pocas
personas saben, no se andar en bici y no me avergüenzo, he vivido bien sin
saber hacerlo haha ), aprender a cocinar y sobre todo mi nuevo reto…. Saber
distinguir entre el cilantro y el perejil.
Si, sé que es algo básico
cuando entras en la cocina, pero les contaré algo que me sucedió en esta
semana, mi mamá tenía un par de cosas por hacer así que necesitaba salir, por
lo regular yo la acompaño, pero como parte de mi aprendizaje me lastimé la
espalda haha, me dolía a horrores y no me apetecía nada andar caminando en el
rayo del sol, así que me quedé. Pensé
que regresaría pronto, pero cuando eran casi las 3 comencé a tener hambre, le
llamé y me dio la cruel noticia de que regresaría hasta muy tarde y que me
cocinara algo…
Me sentí como Alicia en el
País de las Maravillas cuando cae por el agujero, que es la madriguera del
conejo, fascinada y con un poco de pánico, tendría que cocinarme sola. Pude
tomar el camino fácil, hacerme un sándwich, comer atún (pero ya había
desayunado eso), una maruchan no sonaba nada mal.
Tomé mi celular donde suelo
guardara algunas recetas que pienso hacer más adelante y encontré una receta
que me encanta, mi mamá la cocina muy a menudo, había visto como lo hacía y me
sentía segura, tortitas de avena sonaba muy cool, es una opción perfecta para aquellos
que son vegetarianos, se pueden comer solas y según vi en algunas páginas de
internet se puede utilizar como sustituto de carne para hamburguesa (no la he probado
de esa manera pero supongo que sabe bien)
además es una receta economica y de mis favoritas.
Es una receta fácil:
2 tazas de avena en hojuela
¼ de queso añejo en trozo o en polvo.
2 huevos
Cebolla
Cilantro.
Solo hay que moler un poco la
avena en la licuadora o procesador, junto con el queso en caso de que no sea de
polvo o molido, después solo queda picar la cebolla y revolver todo…
El verdadero problema comenzó
cuando, fui al congelador y busqué el cilantro, en mi casa congelamos algunas
cosas como las fresas, el epazote, el cilantro y el perejil. Fui directo al congelado y encontré una bolsa
ziploc con perejil, cilantro y epazote juntos, los aromas se revolvieron, el
único que sobresalía era el del epazote, pero el cilantro y el perejil olían
muy similares, al estar congelados, las hojas se hicieron como rollitos y pues
no podía distinguir cual era cual, inmediatamente recordé que mi mamá tenía en
una maceta lo que según yo era cilantro, así que confiada fui y tomé un par de
ramitas, las desinfecté, piqué y agregué a mis tortitas.
Es importante dejar reposar un
poco la mezcla para que se vuelva un poco más pegajosa, después de eso se
pueden moldear con las manos unas pequeñas bolitas aplastadas como las de una
hamburguesa o en mi caso utilizar un hamburguesin (mi mamá dice así se llama el
molde para hamburguesas), se fríen con
un poco de aceite de oliva o aceite convencional de cocina y se dejan escurrir
un poco.
Motivada al ver mis tortitas
tan bonitas y doradas, decidí hacerme un vaso de agua de fresa, yo les
recomiendo acompañar estas tortitas con una ensalada de espinacas, lechuga
orejona o sangría, arándanos, manzana
aderezada con un chorrito de aceite de oliva.
Lista para comer, con las
expectativas por los cielos le di la primera mordida a mi tortita y el sabor no
fue lo que esperaba, no sabía nada mal, por el contrario me gustó mucho, pero
algo no estaba bien, seguí comiendo normal.
Cuando mi mamá llegó esa
noche, obviamente le presumí lo que había cocinado y ella probó un pedacito e
inmediatamente me dijo: “Ilse esto no es cilantro”.
Me reí mucho, le conté que lo
había visto en la maceta y yo aseguraba
que era cilantro, si mi vida hubiera dependido de eso quizás ahorita no
estarían leyendo esto, al final nos
dimos cuenta de que el perejil le daba un sabor distinto, sabían bien, estaban crujientes.
Así que esta semana aprendí
que a veces está bien equivocarse, no
siempre, pero de vez en cuando podremos descubrir nuevas cosas de pequeños
accidentes y eso es parte del aprendizaje dentro de la cocina, parte de esta
nueva aventura es salir de la zona de confort en la que nos sentimos
seguros pero no avanzamos. Así que los
invito a que se atrevan a inventar en la cocina, no pasa nada si al principio
es un desastre, esta sección nació de uno y ha sido uno de mis mejores
desastres.
Así que nos leemos la próxima semana, no sé qué nueva receta ensuciara mi cocina pero tengan
por seguro que les contare mis
desastrosas pero divertidas anécdotas… deséenme suerte.
Au revoir
Por Ilse Barco.
*Las ideas plasmadas en los artículos, son responsabilidad de quien los escribe*.