
Ya me pasó, ocurre algo importante
en mi vida y todos corren a ordenarme cómo debo reaccionar ante tal o cuál situación,
lo que tengo que cambiar y lo que tengo que dejar de hacer; también me pasó que
tengo una decisión importante que tomar y todos corren a decirme que no lo haga
porque no es lo que ellos quieren; y la verdad es que eso no está chido.
Cierto es, nuestra familia nos
ama y siempre buscan lo que es mejor para nosotros, obviamente nosotros amamos
a nuestra familia también, pero no podemos permitir que ellos estén moviendo
nuestros pies para que pisemos donde a ellos mejor les parezca, si nosotros
permitimos esto, ellos se sentirán con la libertad de mandar en lo que debemos
hacer, aún con el pasar y pasar de los años, y la culpa tristemente no será de
ellos, sino nuestra.

No siempre vamos a ser esos pequeños por los
que nuestros padres eligen, en algún momento de nuestra vida dejaremos de serlo
y tendremos que tomar decisiones importantes, y las personas que nos rodean
deben respetarlas. Pero nosotros debemos aprender a tomarlas.
Cuando éramos niños y nos
preguntaban qué queríamos ser cuando fuéramos grandes, siempre pensábamos en
cosas extraordinarias. Pero, seguramente ahora que estamos grandes, no somos
tan extraordinarios como queríamos ser, porque hemos permitido que las personas
a nuestro alrededor aplasten nuestros sueños; pero hay un par de cosas que
podemos hacer para solucionarlo:
1)
Hagamos un FODA de
nuestra vida, es decir, veamos nuestras fortalezas, debilidades, oportunidades
y amenazas en cada cosa que vayamos a hacer, y si vemos que nuestro rumbo es
positivo sigamos adelante. Se trata de que nuestras decisiones traigan progreso
y felicidad, y no vayamos “tristeando” y loqueando por la vida.
2)
Seamos claros con los que nos rodean. Mostremos
amor y gratitud a nuestra familia y nuestros amigos y de la manera más amable
que podamos definamos límites y espacios entre ellos. Hagamos un tratado de paz
en el que ninguno se ofenda.
3)
Seamos congruentes con lo que decimos y lo que
hacemos. No podemos ir por la vida exigiendo libertad si cada vez que queremos
salir vamos y le extendemos la mano a mamá o papá para recibir dinero. La
libertad siempre viene junto con la responsabilidad, y el lema de “mi techo,
mis reglas” es bastante cierto. Respetemos para recibir respeto
4)
Seamos felices. Las decisiones que tomamos
tienen como propósito nuestra felicidad, y si ese no es nuestro propósito
entonces debemos re enfocar nuestra meta.

¡A mí Ya me pasó, que a ti no
te pase!
Por Saraí Castro.
*Las ideas aquí escritas son responsabilidad del autor.*